domingo, 6 de julio de 2014

Bicicleterologísta

Son estas personas las que ya han transitado muchísimos kilómetros e historias en bicicleta. Han recorrido ciudades, pueblos, barrios, en calles y rutas. Saben todas las maniobras necesarias para escabullirse por entre autos, veredas angostas y cualquier tipo de superficie sin dañarse ni dañar a otras cosas vivientes. Aman las bicicletas.
Hay varios especímenes de bicicleterologístas. Están quienes deciden viajar con la bici y con lo menos posible. Estos, probablemente, elijan la mundialmente conocida bicicleta de carrera. Por ser liviana y rápida, les permite recorrer distancias larguísimas a un tiempo extraordinario, así pues son capaces de recorrer provincias y países en tiempos que sorprenderían.



También están los que optan, casi siempre, por bicis de montaña. Que tiene cambios y toda la cosa. Estas bicis permiten llevar una buena carga de material extra. Pueden llevar alforjas, canastos y carros, y cualquiera de ellos, lo que se requiera. Estos bicicleterologístas andan a tiempos más lentos, pero en la mayoría de los casos, con alguna intención profunda. Muchos viajan por donde sea, llevando consigo su casa, prácticamente.


También están los que se mueven por su barrio o ciudad, llevando un sinfín de locuras desde verduras, libros y canciones, hasta teatros, historias o kilos de cartones. Claro que hay casos de quienes andan con maravillas encima, cargándolas con una bicicleta de paseo o playera, en buen o mal estado. Porque un Bicicleterologísta, sabe por demás, que lo importante es moverse...
Un bicicleterologísta, sabe mantener y reparar su bici, en casi todo lo que haga falta, y si algo no lo sabe hacer, pronto estará en búsqueda de aprenderlo.

Nicolás Trigo: Cleta. DelRe(f)alón Edizyones.

miércoles, 28 de mayo de 2014

En el aire

(Hasta los 27 solamente aprendí a cansarme,
mucho y de las más variadas formas.

Cumplí 28 años y, afortunadamente, la muerte no llegó.
Al fin, se me ocurre que también podría aprender a descansar)



lunes, 26 de mayo de 2014

La esencia de rodar

"Nos pasamos la vida resolviendo problemas, preocupándonos por el futuro. 
Algunos días todo parece ir mal...y nos estresamos. 

¿Quién no ha sentido la necesidad de descubrir lo desconocido...de explorar lo inexplorado, de lograr lo imposible, de escapar de la rutina?."



Sinopsis: "The Riding Spirit" es una película documental producida por Sandro Szukat. Narra el viaje en bici de tres jóvenes que recorren más de 3.000 kilómetros desde España hasta Alemania. Los protagonistas están interesados en descubrir la esencia misma del andar en bici y en su búsqueda encuentran aventura, deporte, música y humor.

domingo, 30 de junio de 2013

La excepción

Ser la primera persona en una hilera de cincuenta inaugurando la "desilusión de sábado por la noche". Esperar hasta el hartazgo. Inerte, parado, con mis dos mochilas al tope, una hora y media. Mirar el reloj cada dos minutos. Darme cuenta que no tengo posibilidades reales de llegar a horario. Retirarme con una patada al maldito poste que anuncia la plataforma cuatro y el nombre de la empresa infame en llegar tarde al banquete. Correr hasta la oficina de la empresa con la esperanza de devolver el pasaje. Presenciar como la misma se había convertido en una previa con empleados/as listos/as para menear hasta el amanecer al ritmo de "la cachaca" y, claramente, listos/as para bajarme la persiana. Llamar a todos los teléfonos posibles en busca de una respuesta/solución provisoria. Volver a casa pateando tachos y con la bronca mayor de no poder viajar por un transporte que nunca llegó. Desmayarme en mi cama tres horas después y despertarme cuatro más tarde para, como buen descendiente eslavo con hibridación tana, intentar otra vez. Caminar hasta la terminal bajo el espeso gris de la madrugada del domingo, hasta ese rincón de las ciudades donde, paradójicamente, todo comienza más que termina.

Mis ropas y mis mochilas fueron más pesadas, pero la lluvia no truncó mi andar. Corrí nuevamente pero, esta vez, para alcanzar un infame que llegó justo a tiempo e incluso casi se me escapa. Le pagué al traicionero. Viajé con el "enemigo".

Ayer fue la primera vez en mi vida que pierdo un micro, que pierdo la oportunidad concreta de viajar, de realizar mi proyecto de viaje.

En el primer momento de claridad en horas, mojado, sentado y ya camino a la C.A.B.A, ratifico que vos sos la excepción. Y ahí vamos.


sábado, 1 de junio de 2013

La aventura de esperar

¿Por qué esperamos?; 
¿por qué esperar(me) (des)espera?; 
¿cómo hacer de la espera movimiento?; 
¿cómo arrancarla de su "pereza límbica"?; 
¿cómo investirla de fluidez genuina?.

Los que alguna vez tuvieron la (des)gracia de esperar conmigo en la cola de un supermercado, del banco, de algún "lentipago" (entre otros lugares urbanos donde se espera) sabrán que en mi decálogo personal de la ansiedad, hacer y esperar formando hileras me parece la más grande, inquietante y estúpida forma de morir que la humanidad haya inventado y que aun no puede resolver. Ni compras online, ni homebanking, ni nada...en las ciudades, para vivir, hay que "hacer cola". Hileras, mejor dicho, para hablar con propiedad y desarmar sus posibles connotaciones sexuales y una cadena de chistes en serie.
Así y todo espero mi turno, sin revueltas o comportamientos anárquicos, pero soy tormenta bajo la cáscara. Se me nota en el rostro entre cansado y serio, en los pies que golpean el suelo espasmódicamente (como si fueran los de Billy Elliot), en la mirada inquieta y en los suspiros que funcionan como válvula de escape de ese gas mortífero hasta que...la presión es suficiente y me eyecto de mí mismo. En ese instante se inauguran tiempos de fuga a un espacio-tiempo inerte, en el que no estoy más que para dejarme llevar por la marea humana que me empuja con sus changos o sus boletas, apurados ellos vaya uno a saber por qué. Hasta el momento en que me dicen "son 174 pesos con 53 centavos, señor" y regreso como puedo, convoco la motricidad justa para abrir mi billetera, soltar los billetes y monedas, recibir cambio (con suerte), luego agarrar la/s bolsa/s y caminar adormecido hacia la salida, luego a mi casa, guardar o consumir lo que compré y emprender la resurrección.
Será que pasé por el jardín de infantes y aprendí a "esperar el turno" pero bajo mecanismos de auto-control que recién a esta altura de la juventud comienzo a desarmar, al menos con palabras. Será que no estoy hecho para la intermitencia de este mundo, que nos exige velocidad y espera en múltiples ámbitos y situaciones.Será que todavía no encontré "mi lugar en el mundo". Será que, en este momento, no encuentro sinónimo más aproximado al término vida que movimiento.
Algo de esto me sucede también con los viajes, con los proyectos de viaje y los que están por realizarse próximamente. Pocas cosas me energizan tanto como la posibilidad o la realización de un nuevo viaje, aunque el destino sea conocido ya. Cuando la sangre brota de sólo pensar el camino; de imaginar la geografía sobre la piel; la espera no hace más que licuarme el cuerpo entero. Y su resultado no puede más que fundirse con el magma del deseo, que irrumpe feroz ante la postergación, pero con el riesgo latente de convertirse en cenizas en tanto nos entretenemos con otros gustos, actividades y obligaciones que incluso elegimos como proyecto de vida. Este movimiento no es más que un engaño, al darse en límites precisos, entre las fronteras que pocas veces nos animamos a transgredir. Parece ser que la vida sólo es posible dentro de estos límites, y transcurren muchas tratando de definirlos.
Parece ser también que para viajar hay que esperar. Esperar cuando, paradójicamente, en este instante pero unos kilómetros más allá me espera el amor de los besos tibios y los abrazos únicos, la belleza de cerros multicolores y valles, la serena contradicción del remanso de un río bravo, la inmensidad de los caminos serranos, la sorpresa de encontrarse con otras personas, otras vidas, al menos unos minutos para luego pensar la mía, la nuestra.
La salida; el despegue; el adiós y la consecuente bienvenida. Esa ruptura con la inercia del mundo es su movimiento. 

Entonces me contesto: San Kerouac, ¿qué hago yo en los límites de esta caja que elijo como viaje?

viernes, 26 de abril de 2013