lunes, 22 de octubre de 2012

La rueda y el camino


"Como una estrella fugaz penetra el cielo.
Como si un velo aceptases desechar.
Adonde quieras venir yo podré llegar.
Es sólo pedir que allí me tendrás entero"


Como una historia de dos que narra, simultáneamente, los modos y el trazo comùn, la rueda y el camino se hacen en el mismo andar. La rueda se posa, hunde su piel de caucho y copia, en lo àspero de su rostro, las texturas; colores; aromas; temperaturas y otras mañas del camino que viene siendo. Mientras el camino, se deja afectar por el trazado particular del rodado, besando sus formas, en un càlido abrazo de verano o una caricia dorada de otoño.

A pesar de las apariencias, no existe asfàltica dureza o filosa irregularidad; cuesta o bache infranqueable que pueda resistirse al giro neumàtico, que deviene inevitable con la paradòjica manifestaciòn del viento: fuerza vital y respiro, potente huracàn y serena brisa marina.

Por supuesto, otras huellas y heridas son siempre posibles. Es por eso que algunas ruedas prefieren incursionar la seguridad del cauce, del camino realizado y pisado que invita a deslizarse sin preocupaciones, mientras otras se aventuran al polvo volàtil de la estepa o al barrial de pantanos y vados, que discurren por las facciones de sus rostros dejando marcas imborrables.

De todos modos, giro tras giro, huella a huella, la rueda y el camino prueban su inmanencia y las posibilidades de un rodar infinito que ni la erosiòn del viento, ni los kilòmetros acumulados; ni las cuestas sin horizontes o las bajadas mortales, detiene.

La rueda sólo deja de girar ante el sinsentido de la decadente tibieza, débil pulsar de los caminos abandonados.