"Como una estrella fugaz penetra el cielo.
Como si un velo aceptases desechar.
Adonde quieras venir yo podré llegar.
Es sólo pedir que allí me tendrás entero"
A pesar de las apariencias, no existe asfàltica dureza o filosa irregularidad; cuesta o bache infranqueable que pueda resistirse al giro neumàtico, que deviene inevitable con la paradòjica manifestaciòn del viento: fuerza vital y respiro, potente huracàn y serena brisa marina.
Por supuesto, otras huellas y heridas son siempre posibles. Es por eso que algunas ruedas prefieren incursionar la seguridad del cauce, del camino realizado y pisado que invita a deslizarse sin preocupaciones, mientras otras se aventuran al polvo volàtil de la estepa o al barrial de pantanos y vados, que discurren por las facciones de sus rostros dejando marcas imborrables.
De todos modos, giro tras giro, huella a huella, la rueda y el camino prueban su inmanencia y las posibilidades de un rodar infinito que ni la erosiòn del viento, ni los kilòmetros acumulados; ni las cuestas sin horizontes o las bajadas mortales, detiene.
La rueda sólo deja de girar ante el sinsentido de la decadente tibieza, débil pulsar de los caminos abandonados.