domingo, 30 de junio de 2013

La excepción

Ser la primera persona en una hilera de cincuenta inaugurando la "desilusión de sábado por la noche". Esperar hasta el hartazgo. Inerte, parado, con mis dos mochilas al tope, una hora y media. Mirar el reloj cada dos minutos. Darme cuenta que no tengo posibilidades reales de llegar a horario. Retirarme con una patada al maldito poste que anuncia la plataforma cuatro y el nombre de la empresa infame en llegar tarde al banquete. Correr hasta la oficina de la empresa con la esperanza de devolver el pasaje. Presenciar como la misma se había convertido en una previa con empleados/as listos/as para menear hasta el amanecer al ritmo de "la cachaca" y, claramente, listos/as para bajarme la persiana. Llamar a todos los teléfonos posibles en busca de una respuesta/solución provisoria. Volver a casa pateando tachos y con la bronca mayor de no poder viajar por un transporte que nunca llegó. Desmayarme en mi cama tres horas después y despertarme cuatro más tarde para, como buen descendiente eslavo con hibridación tana, intentar otra vez. Caminar hasta la terminal bajo el espeso gris de la madrugada del domingo, hasta ese rincón de las ciudades donde, paradójicamente, todo comienza más que termina.

Mis ropas y mis mochilas fueron más pesadas, pero la lluvia no truncó mi andar. Corrí nuevamente pero, esta vez, para alcanzar un infame que llegó justo a tiempo e incluso casi se me escapa. Le pagué al traicionero. Viajé con el "enemigo".

Ayer fue la primera vez en mi vida que pierdo un micro, que pierdo la oportunidad concreta de viajar, de realizar mi proyecto de viaje.

En el primer momento de claridad en horas, mojado, sentado y ya camino a la C.A.B.A, ratifico que vos sos la excepción. Y ahí vamos.


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